No hay ningún depósito de agua en el cuerpo humano, sino que se encuentra repartida por los diferentes órganos, en mayor o menor proporción.
El contenido en agua del cuerpo varía entre hombres y mujeres pues en los hombres la mayor musculación relativa tiene como consecuencia un mayor contenido en agua. El cuerpo de una mujer con peso idéntico contiene aproximadamente un 10 % menos de agua.
A medida que envejecemos nuestro cuerpo se seca.
En la niñez y la juventud el agua supone aproximadamente el 60 % de la masa corporal, mientras que en los ancianos puede disminuir hasta el 50 %.
Parte de esta disminución es debida a la pérdida de masa muscular, que es sustituida por tejidos grasos menos hidratados, pero el envejecimiento también causa una pérdida del agua interna de las células del cuerpo, que disminuyen su capacidad metabólica para producir ciertas biomoléculas con consecuencias tan diversas como las arrugas de la piel o la alteración de la función renal.
El menor contenido en agua corporal de los ancianos aumenta el peligro de deshidratación, con el agravante de que su sensación de sed es menor.